sábado, 27 de agosto de 2016

Ted
2012, Seth MacFarlane
Comedia, Fantástica

En Ted, John Bennett es un niño solitario e impopular, que en la mañana de navidad recibe un oso de peluche. Esa misma noche John pide un deseo, sin tener idea de que este acabará por cumplirse. 
A sus 8 años de edad, a John le cuesta relacionarse. Cada vez que trata de acercarse a otros niños, estos lo rechazan, convirtiéndolo en alguien solitario. Llega la navidad y con ella, un regalo especial. Un oso de peluche. 
Ningún otro regalo podría ser más inofensivo. Sin embargo, cuando su oso pasa a sustituir a los otros niños, la cosa ya es distinta. Un peluche que sólo sabe decir “Teddy te quiere” es ahora su único amigo, y su cariñoso mensaje grabado, algo que a John hace sentirse apreciado. 
Si ya de por sí, la situación no era buena, John pide de noche un deseo, de características similares al del Geppetto de Pinocho (1940). Claro que, quién se hubiera imaginado que se le cumpliría. 
MacFarlane pasa, en pocos minutos, de mostrarnos cómo es que el nuevo Ted, espanta primero a los padres de John, se convierte luego, en figura pública, y acaba por último siendo un ciudadano más, sólo que, peludo y más bajito. Si algo el director no ha pretendido, es que este oso sobresaliese. 
Mostrados los créditos y el título iniciales, MacFarlane salta directamente a la que ha pasado a ser, en la actualidad, la relación de compadres, entre hombre y oso. Ya en los primeros planos, distinguimos en el dúo, claros signos de decadencia. 27 años después de que los tan inocentes John y Ted se conocieran, su amigo de felpa es ahora un desordenado, un mal hablado y un ávido amante de las drogas. John, por su parte, ha tenido algunos avances. Se trata con sus compañeros de oficina, además de que tiene a su novia Lori.
Como elemento determinante para que la película falle, está que, entre conflicto y conflicto haya escenas demasiado largas y que terminan no siendo funcionales. Yo sobre esto, lo único que puedo decir es que, para verla y comprenderla, se requiere de paciencia. Evidentemente, el director no buscó siempre darnos información, sino que a veces esperó a que el público sencillamente se riera.
Ya cuando uno se ha mentalizado respecto a lo que se tiene delante, advertirá que John es un personaje, a quien aferrarse a su muñeco de la infancia le ha dificultado madurar. Con Ted a su lado, a John le es imposible mantener un vínculo responsable con la mujer que ama, por seguir aún estancado. 
Hay también una sub trama, sobre un padre que quiere darle a su hijo (Aedin Mincks) ese oso que él, tras ver en la tele, de niño, nunca consiguió. Con la inclusión de estos dos personajes, se nos da algo más de suspenso, con un secuestro y una persecución en auto, pero sobre todo, que por un breve momento tengamos otra perspectiva de infancia sufrida. 
Más allá de su excesiva duración y de algunas situaciones forzadas, Ted de todos modos tiene una resolución que da para pensar, además de contar con algunos aciertos. Ver como ese peluche, que antes distanciara a John de Lori, es a lo último lo que los une, no tiene desperdicio. 
Lamentablemente, en lo global, la falta de seriedad de MacFarlane como libretista es netamente visible, en un filme que tiene demasiados minutos omitibles. 

Mi puntaje: 4/10
Hacia el Oeste (Into the West) 
2005, Robert Dornhelm, Simon Wincer, Sergio Mimicca-Gezzan, Michael W. Watkins y Timothy Van Patten
Western, Aventura, Drama, Histórica 

En Hacia el Oeste, por intermedio de dos familias, una de blancos y la otra de nativos americanos, se nos cuenta el proceso mediante el cual, el hombre blanco acabaría adueñándose de la totalidad del territorio de los Estados Unidos. 
Steven Spielberg ejerce de productor ejecutivo en esta miniserie de seis partes, que va desde 1820 a 1890. En ella se muestra la interminable pelea, mantenida entre estas dos razas, durante la conquista del oeste y la final caída de los indios. 
Jacob Wheeler es un joven ruedero, que a comienzos de siglo, vive y trabaja en la ficticia Wheelerton, en Virginia, junto a su familia. Un día, un montañero le habla maravillas de la frontera oeste y Jacob decide dejar su hogar e ir a conocerla. Lo acompaña en este viaje su hermano Nathan. 
En otro entorno tenemos a los Lakota, cuyo anciano curandero, Oso Que Gruñe, ha tenido una visión preocupante. En ella se le ha informado de lo que habrá de suceder, si las cosas siguen su rumbo actual. Muy pronto llegará el día en que ya no haya búfalos en las praderas. 
Ante algo tan controversial, Águila de Alto Vuelo, su aprendiz, logra convencer a la tribu, de ignorar esa profecía. Mientras tanto, el pequeño Pluma Blanca se propone a investigar esto por su cuenta. Poco antes de morir, Oso Que Gruñe le hace entrega de un collar que simboliza a la rueda medicinal de los Lakota. Este irá pasando de generación en generación, en cada episodio. 
Retomando con Jacob, nuestro personaje logra dar con el legendario explorador Jedediah Smith, en donde se combinan la ficción (Jacob) con la realidad (Smith). Luego de hasta enfrentarse juntos a la muerte, ellos se separan. Jacob termina tomando parte en una subasta, en donde se vende a una joven india. Él, al igual que los otros postores, arroja cifras, cada vez más altas, no dudando en aclarar su objetivo de liberar a la cautiva, y que a nadie causa gracia. Jacob es retado a un duelo y sale victorioso, y luego él y la india Mujer Corazón de Trueno toman camino hacia los Lakota. Ya en la tribu, Jacob expresa su deseo de hacerla su esposa, no encontrando opositores. Jacob y ella contraen matrimonio y pocos años más tarde, ellos son los felices padres de: Abraham Lobo Alto , Jacob Jr. Nube Alta y Margaret Luz Que Brilla. 
Cada capítulo supone una oportunidad para interesarse y aprender sobre el pasado histórico de los Estados Unidos, mientras que uno se entretiene con espectacularmente recreadas, escenas de batalla, entre indios y blancos. Asimismo, están las distintas sub tramas, que siempre están uniendo, unos con otros, a los varios personajes principales. Con el avance de la narración, ya dejan de ser los primeros protagonistas, blancos o lakotas, los que sean directamente afectados por las circunstancias, pasando a ser las nuevas generaciones, las que viven los nuevos cambios. 
Gracias a un trabajo de escritura extremadamente cuidadoso, ha sido que los tiempos que esta miniserie concediera a cada detalle, fueran correctos. Desde la llegada a California y a Oregón, llevada a cabo por Jedediah Smith y su grupo de jinetes (1826), hasta momentos tales como la invención del telégrafo (1844), la elección de Lincoln (1860) o el patentado del alambre de púas (1874).
No obstante, y más allá de lo anecdótico de cualquier fecha significativa, debe quedarnos claro cuál es el propósito central buscado. Aquí, más que nada se pretende que veamos y entendamos, cómo sería exactamente, que el hombre blanco llegaría a catalogar como “suyo” a este territorio, que de hecho, ya tenía dueño. Por suerte, tampoco se comete el error de mostrar a todos los blancos como mala gente, algo que hubiera sido injusto, además de falso. La miniserie trabaja mucho con los matices, mostrando a aquellos cuyo deseo había sido, claramente conquistar, y a aquellos que sólo habían querido la paz. Se explican, además, las varias razones que impedirían a los indios, de poder vencer a tan cruel enemigo. 
Hacia el Oeste es, para mi gusto, el más entretenido de los cursos de historia. De esos que uno no quería nunca, que acabaran. 

Mi puntaje: 9/10
Demandando al Diablo (Suing the Devil)
2011, Timothy A. Chey
Comedia, Drama

En Demandado al Diablo, Luke, un hombre cristiano y estudiante de derecho lleva al Diablo a juicio, por creerlo responsable de todo, cansado de sus problemas y de la sociedad caótica. 
La película inicia con un texto blanco en fondo negro, en donde leemos un pasaje de la Biblia, que alude al rey de los cielos y al de las tinieblas. 
Apreciamos ahora, el logo de Mouthwatering Productions, seguido de imágenes de Sydney y de la voz de Luke, hasta que aparece en escena. Él trabaja de día y estudia de noche, aunque últimamente, la muerte de su madre lo ha desanimado. 
Luke se queda dormido en la biblioteca. Después, en su casa se lo ve intranquilo, por todo el caos descrito en el informativo. En la cocina discute al teléfono y preocupa a Gwen (Shannen Fields), una esposa que tose mucho. 
Bart Bronson nos demuestra que es incapaz de actuar, cuando habla a Gwen sobre el Diablo y sus maldades. Además, el libreto que le han dado es insufrible, y su monólogo, totalmente descartable. Timothy A. Chey nos está presentando a un fundamentalista religioso, necesitado de ayuda psicológica. 
Poco antes de perder, definitivamente la razón, Luke, en su camioneta, va en busca de venganza, con revólver, pero sin balas. Algo que no ha pasado con su Biblia, que aguarda en la guantera, a ser usada.
Sin detenerse a meditarlo, decide ir por su demanda, que incluye repartir volantes, invitando a Satanás a dar la cara. Acá es muy gracioso, como entrega algunos, a adoradores del Diablo, como si supieran su paradero. 
A cargo del caso está la jueza Woods (Roslyn Gentle), que al principio no sabe si es broma, o si el hombre está loco. Cuando se percata de que, va en serio, el proceso continúa. 
Un día antes de que culmine el juicio por rebeldía y para sorpresa del propio Luke, un tipo alto, delgado y canoso aparece en la corte, afirmando ser él el demandado. Woods se ríe, reconociendo el buen sentido del humor, y pregunta por las cámaras ocultas, que de hecho, no existen. 
En este momento, el inesperado visitante argumenta que no hay pruebas de que él sea el Diablo… pero tampoco, de lo contrario. Afirmación, que aunque insostenible, en cualquier película sensata, puede dejarse correr, como sus otros, tantos horrores. 
El Diablo también hace ver el alcance de sus poderes, al elevar la temperatura de la sala sin mover un solo dedo y dejando claro de lo que es capaz. Así nos damos cuenta de que este sujeto no es normal, aunque nadie en el filme lo note, como si fueran todos ciegos. 
Dada la índole del caso, este es televisado a nivel mundial. Entonces, desde todas partes podrán divertirse con la incompetencia de los abogados. Habiendo ya jueza, jurado, demandante y demandado, todo lo que sigue es una muestra de que Timothy A. Chey no tenía idea de lo que hacía. Su nulo sentido común se ve en un filme repleto de baches. Tantos, que asombra que este director recibiese apoyo financiero. 
Previo al juicio, El Diablo conoce a quienes suponen ser los diez mejores abogados del país. Todos ellos, de altos coeficientes y superdotados de la materia, brindan respuestas impecables a sus preguntas. Con todo, se sobre entiende que él sólo busca divertirse. Si no, ¿para qué querría alguien con sus poderes, poner a sus servicios a esos seres despreciables, cuyas reglas, para él no valen nada, y para tener, luego, que pagarles? 
Respecto a su contrincante, Luke es, o muy ingenuo, o de muy pocas luces. Porque “el que se defiende a sí mismo, tiene a un tonto por cliente” y, si bien consigue el respaldo de una amiga, es él quien acaba yendo al frente. 
A medida que el juicio avanza, las coherencias argumentales brillan por su ausencia. Este es el caso de un sujeto capaz de cambiar el color de sus ojos, transparentarse o escupir fuego, pero a quien nadie teme acercársele, o se convence de que dice la verdad. 
Tampoco hay que olvidarse del atrevimiento del director, al tomar entera una de las mejores frases de Algunos Hombres Buenos (1992). No solo, Timothy A. Chey no ha escrito un buen libreto, sino que ha elegido copiar de otros. 
Cada nueva sesión de “Luke o´Brien vs El Diablo” parece un chiste, con abogados a quienes podría arrebatárseles el título. Tal es así que, uno a uno, se van turnando, a medida que fallan los argumentos de la defensa. Lo que, de todos modos, no es para alarmarse demasiado, porque el propio Luke O´Brien no sabe manejarse. 
Se vuelve hasta contradictorio, comprender como estos talentos son incapaces de distinguir al anticristo de un impostor, incluso tras su despliega de poderes. Y peor aún. En este grupo no son siquiera capaces de coincidir unos con otros, al punto de enfrentarse entre ellos o desautorizarse.
Una vez que hemos llegado al tramo final, lo único potable es la interpretación de un Malcolm McDowell, que podría haber dado clases, al resto del elenco. 
Casi sobre el final, Luke aún la sigue peleando, y ahora a sabiendas de que su esposa tiene un tumor. Por eso, su tos. Sin embargo, él prioriza la demanda, a la condición de su esposa.
Si hasta acá, el trabajo de A. Chey era para reírse, tampoco sería raro que no nos diera ni un respiro. Tanto el cierre del juicio, como lo que viene después, sería como para nunca darle una cámara de nuevo. Lo único que A. Chey consigue es que nos preguntemos qué rayos quiso hacer. 
Demandando al Diablo quizás pueda resumirse, a una muy errada propaganda religiosa, que aburre y, por sobre todo, ofende, por sus carencias. 

Mi puntaje: 1/10
El ciempiés humano 2: secuencia completa (the human centipede 2: full sequence)
2011, Tom Six
Terror

En El Ciempiés Humano II: Secuencia Completa, Martin es un guardia de seguridad, quien inspirado por el ficticio Dr. Heiter se prepara a llevar a cabo su propia versión del insecto. 
Noviembre de 1957. Plainfield, Wisconsin. La policía que investiga la desaparición de Bernice Worden, chequea la casa de Edward Theodore Gein, a quien ven como posible sospechoso. Cuando ingresan a su propiedad se encuentran con el cuerpo de Worden colgando de los tobillos, decapitado y abierto por el torso. Pero, eso no es todo. Hallan también diez cabezas de mujer, a las que falta la parte superior, pantallas de lámpara y asientos hechos con piel humana, y platos de sopa hechos con calaveras, entre algunas disparatadas artesanías. Tras ser detenido, Ed Gein es declarado enfermo mental y encerrado en un psiquiátrico. 
Setiembre de 1987. Jeffrey Lionel Dahmer conoce a Steven Toumi en un bar gay, en donde beben juntos, para luego retirase a un hotel. A la mañana siguiente Dahmer halla a Toumi muerto, sin recordar cómo fue que lo mató. En seguida compra una maleta, en donde lo lleva hasta el sótano de su abuela. Allí mantiene relaciones con el muerto, para después descuartizarlo y tirarlo a la basura, con excepción de la cabeza, a la que hierve y blanquea, para exponerla como trofeo. 
Las descripciones anteriores corresponden a breves segmentos de la obra de dos de los más famosos asesinos seriales de Estados Unidos, y que a diferencia de Tom Six, “sí” que estaban locos. 
Muchos son los que han catalogado a este director de anormal, por lo grotesco de su cine. Yo, por el contrario, no creo haber visto nada que pudiera demostrarme otra cosa, que su enorme capacidad imaginativa. Creo que llevar al horror a nuevos extremos no debería ser sinónimo de demencia, ni motivo de rechazo. Tratándose además, del género de lo macabro, nada mejor que un director dispuesto a retorcernos los intestinos. 
Eso sí… El día en que me entere de que Six realmente experimenta con personas, ahí sí, que cambio de parecer. Mientras tanto, mantengo mi postura.

La imagen es en blanco y negro. Dos chicas, unidas a un cadáver, sufren por culpa de un cirujano retirado a quien le faltan algunos jugadores, más no, conocimientos de anatomía. La cámara entonces retrocede para alejarnos de la escena y dar paso a los créditos finales. Uno no puede evitar sentirse confundido, hasta que, de pronto, todo se aclara. Six nos ubica en la caseta de Martin, el guardia de seguridad de un estacionamiento, quien, en su notebook, acaba de ver la película. 
De pronto, uno nota que la crominancia sigue sin aparecer. Es que Six había tenido, desde un principio, la intención de rodarlos así, a ambos filmes. Sin embargo, recién ahora lo ha implementado. Su impresión de que el blanco y negro agregaría un mayor toque de horror, no era errada. 
La elección de Lawrence R. Harvey como Martin, no podría haber sido más perfecta. Obeso, de mediana altura, ojos grandes y frente amplia, resulta más que adecuado para el papel del criminal.
Mientras corren los nombres del equipo técnico, Martin, pensativo, se toma levemente el labio inferior. Estamos ante un hombre que ha visto algo asqueroso y que ahora medita sobre ello. ¿Qué podría salir de esto? Seguro que, nada lindo. 
Desplazándose en su silla, Martin se aleja hacia su otro monitor, en donde figura lo captado por las cámaras de vigilancia. Justo es testigo de una pareja en plena disputa. Martin toma un fierro, con el que se pone de pie, y practica el golpe que planea asestarles, aunque también lleva consigo un arma. 
Six incluye además, parte de su vida hogareña. Martin convive con una madre gritona que lo destrata, y que llega a expresarle, a él y a otro vecino desquiciado, sus ganas de morirse. En una escena ella pretende matarlo mientras duerme, pero al final es ella la sentenciada. Nada sabía ella, de lo que su hijo era capaz. 
Todavía no hemos visto lo más interesante, pero Six ya nos ha dado algo para la impaciencia. 
Hasta el momento El Ciempiés Humano II casi carece de diálogo. Tanto sea que Martin esté en su casa, como afuera, sólo lo oímos proferir gruñidos o gritos de rabia. Gran elección de un director, que ha sabido como valerse de los silencios. 
Mucho antes de que llegue la secuencia del título, Six dedica su buen espacio, a la recolección de víctimas, y no exagera. De esta forma apreciamos la decadente salud de Martin, a quien la muy buena interpretación de Lawrence asegura un clima tenebroso y un personaje que asuste. Se nos deleita, además, con algunas escenas de tensión y de suspenso, que Six incluye sin reparos. Cuando sudoroso, atacado por el asma, e imposibilitado de golpear a una mujer embarazada, Martin recurre al inhalador, Six ha logrado que su personaje nos produzca hasta repugnancia. Sucede que Martin es feo, estéticamente desagradable, tiene una pinta de pervertido, visible a la legua, y encima de todo, falta que haga su proyecto. 
Una vez que hemos asimilado todos estos rasgos, comprendemos que ningún atlético y bien vestido Patrick Bateman Psicópata Americano (2000), habría tenido el mismo efecto.
A Martin podrían criticársele muchas cosas, pero nunca, la falta de empeño. Su estudio minucioso de la cinta de Tom Six, lo ha llevado a hacerse una carpeta con notas. En ella es donde conserva sus dibujos, sobre cómo realizar los procedimientos. 
Cada día Martin reúne a nuevos desafortunados en su escondite, a quienes entrega a la oscuridad del casi abandono, a escuchar los gritos ahogados de otros, o para unírseles. 
En una ocasión en la que prepara a uno de los cuerpos, otro víctima logra gritarle ¡es sólo una película!, desde su posición desfavorecida, y como si eso fuera a cambiar algo. 
Llega entonces, el momento tan esperado. Martin ya tiene consigo a las doce piezas. Estas, desperdigadas por el piso, aguardan aterradas, a que acontezca lo inevitable, amordazadas, transpiradas, mugrientas, llorosas y muertas de hambre. El juego más divertido en el que Martin jamás haya participado, está por comenzar. De aquí en más, superará con creces al del Dr. Heiter. Lo único, eso sí, es que será más desprolijo. Martin nada sabe de anatomía, sus víctimas no serán sedadas antes de unirlas, ni su método demostrará habilidad alguna.
Con su primera película, Six daba forma, lo que empezara como un chiste entre amigos, aunque sin exprimirlo lo suficiente. Con esta secuela consigue en cambio, dar nueva forma y mejores (y mayores) dimensiones, a su idea, para espantarnos y al mismo tiempo, deleitarnos. Six descarta la fotografía colorida y usa la palabra hablada, sólo como último recurso.
Si tuviera que mencionar algún problema, diría que el hecho de que Martin se viera inspirado por una película, ha estado, sinceramente, de sobra. Se nos da a entender que él recoge la idea del ciempiés, tras haber visto El Ciempiés Humano I de Tom Six. O sea que Six ha diseñado un universo en el que abita Martin. Individuo que está, en efecto, trastornado, y dispuesto a imitar, ahora sí, lo visto en un producto de la ficción, escrito, dirigido y producido por este director. 
Six podría haber dejado que tanto Heiter como Martin pertenecieran al mismo universo, y así evitarnos  ver su nombre en la notebook de su guardia.

Mi puntaje: 8/10
La extraña vida de Timothy Green (The odd life of timothy green)
2012, Peter Hedges
Comedia, Drama, Familiar

En La extraña vida de Timothy Green, Cindy (Jennifer Garner) y Jim (Joel Edgerton) no pueden ser padres, por sus propios medios. Entonces, una noche entierran en el jardín de su casa, una caja con todos los deseos que querrían ver cumplidos en un hijo propio, escritos en su interior. Esa misma noche atestiguan un resultado milagroso, en la forma del pequeño Timothy (CJ Adams). 
Sólo como curiosidad, quienes sigan, más o menos de cerca, la filmografía de Jennifer Garner, podrán haber notado que esta es la segunda vez, en cinco años, en que interpreta a una mujer que no puede tener familia. Su rol anterior había sido en Juno (2007), como el personaje secundario de Vanessa Loring, quien aguardaba al bebé de una adolescente. 
Jim y Cindy Green son de esos matrimonios, para quienes ser padres sería la frutilla de la torta. El haber constituido la familia soñada.
El tema es, que mientras que a algunos, los hijos les llegan tan fácilmente como los resfríos, otros, como los Green, ven pasar el tiempo sin que ocurra nada. Es entonces, cuando los médicos se han dado pro vencidos, que ellos vuelven a su casa, en donde han de conformarse con ser los únicos bajo su techo. 
Esa noche en particular, y no habiendo ya, nada que perder, Jim decide jugar a que juntos describan al hijo perfecto, al tiempo que anotan cada una de sus ficticias, enormes cualidades, en las hojas de una libreta. Por un momento fantasean, dejándose llevar, y sumándole, cada vez más atributos, a alguien que es, cien por ciento, inventado. Seguidamente, salen en la oscuridad, a enterrar esas cualidades en el jardín, dentro de una caja. 
Ambos están durmiendo cuando el viento se levanta y una inusual lluvia se desata sobre su terreno. Al poco, esta cesa, pero ya habiéndoles dejado un muy especial obsequio. 
Alguien aparece de improviso, en la cama, junto a Jim, pero desaparece tan rápidamente como llegó, dejando sucio de tierra. Acto seguido, Cindy y Jim se ponen a buscar al intruso. Así acaban encontrándose con un niño de unos diez años, cubierto de barro, y que no saben de donde proviene. Misterio que resuelven en seguida, al mirar por una ventana. Un pozo con las dimensiones del pequeño, revela el mismo punto en donde antes enterraran la caja.
Para hacer del suceso, aún más sorprendente, el niño tiene hojas verdes prendidas a sus piernas. 
Lo más seguro es que, para muchos, toda esta secuencia contenga una magia emocionante. Con una pareja que arrancaba desconsolada; que se ponía, luego, a jugar, para olvidar sus penas; y que acababa siendo tocada por manos divinas. Y no dudo que fuera ese, el objetivo de Peter Hedges. Con todo, se me hace que, aún siendo un relato fantástico, hubiera sido interesante atar algunos cabos, antes de seguir, para dar mayor solidez a los hechos venideros. Detalles como, que al matrimonio le cueste tan poco, convencerse de que el niño salió de la tierra, y que, además, es hijo de ellos, no ayudan a tal causa. O que, al descubrir que tiene hojas en los pies, no piensen que pueda ser parte de una broma, tampoco es muy creíble. Cualquiera podría pensar que eran muy ingenuos.
Tras recibir un baño caliente y presentarse como Timothy, un niño que no siente, ni miedo ni vergüenza, los llama de inmediato “papá” y “mamá”. Algo a lo que, ninguno de los dos, tarda en acostumbrarse. 
Ya, a la mañana siguiente, los Green dan a conocer a su nuevo integrante, en una reunión con familiares y amigos, en donde ambos asumen, demasiado pronto, el rol de padres, lo que tampoco es verosímil. Como si conociesen a Timothy desde siempre, y no, desde hace apenas, unas horas. 
De aquí en más, madre y padre procurarán hacer que cada día sea valioso. Tratarán de transmitir su cariño y enseñanzas, como si el niño fuese común y corriente, y olvidando un detalle mayor: Timothy no nació dentro de un vientre materno.
Este enviado del cielo ayuda al matrimonio, no sólo a quitarse las ganas de ejercer la paternidad, sino, a que, en muy corto plazo puedan cometer errores, desde esa posición, para aprender de ellos. Timothy los ayuda, incluso, a enfrentarse a sus propios demonios, cuando nunca antes habían tenido el coraje.
Pero, no todo lo que brilla es oro. Y las hojas verdes de Timothy, también empiezan a marchitarse. 
Algo que nunca termina de convencer, es para qué, exactamente, es que llega el niño a ellos. Si el matrimonio iba, luego, a querer adoptar, bastaría con que fuesen adultos responsables y sinceros, sin enfermedades terminales, problemas psicológicos o financieros, para que los trámites se dieran con éxito. 
Toda la película es contaba en un flashback, a medida que la pareja narra su historia con Timothy, a Evette Onat (Shohreh Aghdashloo), la supervisora. Acá, obviamente, lo que tenemos es a un dúo que ansía comprensión y empatía. Sin embargo, Onat demuestra ser una veterana sensata, que no está para graciosos. A ella se la convence con hechos que expresen verdades, y no, con niños nacidos entre las plantas. Lo mismo, le hubieran dicho que era traído por la cigüeña, y ¿con eso, qué? ¿Acaso, debería entenderse que les creyera, sólo por ver sus caras angustiadas? 
Llegados a este punto, Hedges elige, en definitiva, un final que tiene agujeros, pero que es feliz y saca sonrisas. Recordemos que su contrato era con la Disney, y el filme, para grandes y para chicos. 

Mi puntaje: 4/10
Ruby, la chica de mis sueños (Ruby Sparks)
2012, Zoe Kazan
Comedia, Fantásrica, Romántica


En Ruby Sparks, Calvin (Paul Dano) es un exitoso novelista que sufre de bloque creativo, hasta que, durmiendo, sueña con una chica imaginaria (Zoe Kazan) que, no sólo lo inspira, sino que, pronto cobra vida.
Bajo ningún concepto pretendo defender a los premios de la Academia. No es que quiera decir que estos sean buenos o malos, ya que (negocio, o no negocio) se supone que sus miembros premian, votando, según los gustos subjetivos de cada uno, y yo ahí, no veo nada de malo. Luego, que lo votado por esta gente no sea, de hecho, la verdad absoluta, ya es otra cosa. 
El 2006 fue para la independiente Pequeña Miss Sunshine, un año positivo. Sería nominada al Oscar en cuatro categorías, quedándose con las de mejor actor secundario y mejor escritura.
Y repito, que la opinión de esta gente no debería significar absolutamente nada. Sin embargo, personalmente, igual me animo a reconocer cuando se destaca, lo que ha sido, a mi parecer, una buena escritura. Merecido, o no, el galardón, el guión de Michael Arndt había sido estupendo. Algo que no volvería a repetirse con el libreto de su sucesora, Zoe Kazan, colaborando con los mismos directores.
Ruby Sparks significaría tomar un rumbo distinto. Ahora con un joven novelista, a quien, ni su terapeuta (Elliott Gould) lograba ayudarlo a plasmar sus ideas. Algo para lo cuál, tendría que recurrir al mundo onírico.
Una chica le habla a Calvin. Nosotros no entendemos demasiado de lo que dice, pero eso no importa, porque Calvin se despierta en su sofá, súper inspirado, y corre a su máquina de escribir (algunos, aún las prefieren, a las computadoras), en donde escribe a toda velocidad. 
En otra sesión, a Calvin le cuesta expresarle al Dr. Rosenthal, eso, muy raro, que le está ocurriendo, hasta que se anima. Sucede que, quien ha vuelto a iluminarlo es una muchacha que ni siquiera existe y de la que, para peor, se está enamorando. Calvin es capaz de describir a Ruby, su nuevo personaje, con claridad de detalles, tanto a nivel físico, personalidad, o de su biografía. Pero lo más importante es que la escritura ha vuelto a fluirle. 
Hasta que algo extraño ocurre. 
Ruby aparece, de pronto, en su casa, dirigiéndole la palabra (como si fuera lo más normal), a lo que Calvin enloquece. 
Un par de situaciones que le siguen, una con su hermano (Chris Messina), y otra, con una admiradora, dan entender que su Ruby es tan real como se la ve. Junto a Harry hace un experimento y descubre que todo lo que escriba sobre ella se materializa. Algo que es genial, pero alocado. 
Desafortunadamente, este buen concepto es rápidamente tirado abajo por Kazan, quien también interpreta a Ruby. 
Calvin no tarda en dejar su asombro, para aceptar a Ruby como la chica con quien vive. A partir de esto, lo que se nos muestra es cómo evoluciona el vínculo, con sus buenos y sus malos momentos, convirtiendo a la película, en gran medida, en un típico drama juvenil, sobre roces de pareja. Todo lo que, dentro de lo fantástico, podría haber habido de genial, se pierde, y casi todo lo que sigue es un desperdicio.
Ruby Sparks pasa a tratarse de los conflictos entre una chica, que no parece ser capaz de comportarse adecuadamente, y su novio celoso y posesivo, que se adapta a una nueva novia, como si nada. 
Con los problemas entre Ruby y Calvin, yendo y viniendo, Kazan tarda un montón en mostrarnos lo que a nosotros, más nos interesa, que es el cómo funciona una chica que salió de una hoja, escrita en tinta. O sea que Kazan no concede al aspecto mágico, el espacio necesario. 
El planteo que se maneja, es que Calvin, a tal punto es incapaz de dialogar con Ruby, que opta por equilibrarla con la escritura. Recién en los últimos minutos es que es llevado al extremo de lo posesivo. Cuando las diferencias entre ellos se han vuelvo demasiadas, es que resuelve enseñarle a Ruby los aspectos más extraordinarios de su existencia. En una última escena, en donde Calvin se vuelve agresivo (aunque no, en lo verbal o físico) usa su máquina de escribir para enloquecerla, obligándola a hacer lo que él quiera, con tan sólo tipear en ella. 
A modo de conclusión, creo Kazan podría haber hecho del poder mágico, de la palabra escrita, el elemento vigente a hacer hincapié, y la película habría mejorado. 
No puedo, sin embargo, dejar de mencionar el excelente destino que Kazan le da a Ruby, cuando ha llegado el momento, para Calvin, de decir: ¡ya basta!

Mi puntaje: 3/10

Las Acacias
2011, Pablo Giorgelli
Drama


En Las Acacias, Rubén (Germán de Silva) es un camionero que recibe el encargo de llevar a una desconocida (Hebe Duarte), desde Asunción hasta Buenos Aires, en un viaje de unos 1500 Km.
Hace algún tiempo, y tras haberla oído mencionar en varias ocasiones, un amigo me convenció de que, a modo de ejercicio viera Whisky 2004, película uruguaya. Tratándose del cine nacional, yo hasta el momento había conocido sólo algunos títulos, por culpa del prejuicio. Algo que no expongo como “la” revelación, ni mucho menos. Sólo para dejar las cosas claras. 
Al igual que mucha gente, también he tendido siempre a inclinarme por la gran industria, por sobre lo local u otros tipos de cinematografía, algo en lo que, para bien o para mal, no me voy a explayar. Así que, a la hora de ver lo hecho por mis compatriotas, no he sido nunca tan abierto como desearía y lo reconozco. 
Pero, ¿a qué viene todo esto? A que creo que es triste que una persona tenga que enfrentarse a una película, no, como actividad recreativa, sino para poder decir después, que sí hizo el esfuerzo de verla. Que se sacrificó. Si partimos de la base de que, con el mundo audiovisual, en general buscamos entretenernos, que la experiencia resultase tortuosa no tendría ningún sentido, algo que muchos temen que suceda con lo sudamericano o lo europeo. 
Personalmente, Las Acacias no había llamado mi atención, hasta que, hace poco, otro amigo, tras verla me dijo, bueno… No voy a decir que recuerde sus exactas palabras, pero más o menos le había parecido una “linda peliculita minimalista, sobre un hombre llevando a un mujer a Buenos Aires”. Fin. 
Aún no muy convencido, decidí (aunque me costó) darle una oportunidad, y eh aquí, mi veredicto. 
Las posibilidades temáticas a rodarse son tan abarcativas como la variedad en sus escenarios. Además, y aunque parezca mentira, mientras que un director podría ubicarnos en un buque, otros podrían elegir un espacio algo más pequeño, como ser la cabina del camión, del filme de Pablo Giorgelli. Ahí es en donde vemos darse la relación entre Rubén y Jacinta, y de los límites de ese espacio, mucho, no se sale. ¿Es eso, bueno o malo? Del talento del director, creo yo, que eso depende. 
Ahora… Cuando digo que de allí dentro “mucho no se sale”, no lo hago de manera despectiva. Habrá a quienes guste ver extensas batallas, como también los habrá partidarios de algo más sencillo, como “historias mínimas”, que es este caso. ¿Quién dijo que un camionero y su pasajera no podrían ser interesantes? Es tanto igual de válido que el barco o que la guerra. 
Con todo, diría que a ningún director lúcido debería bastarle con tener a sus personajes en pleno viaje, no haciendo nada. Porque, haber… Todo lindo, con el minimalismo. Pero para ver a un tipo manejando y a su pasajera quieta, y quedarnos con eso, nos filmábamos a nosotros mismos y nos veíamos después. Quiero decir que, si quisiéramos hacer una película, mejor tener algo que contar y que realmente valiera la pena (ya fuera con acciones, diálogos, o lo que fuera), pero en definitiva, algo digno de verse. 
Lo que ocurre con Las Acacias es que Giorgelli lleva el minimalismo a sus extremos. Con escenas en donde la imagen se ve bastante limitada al plano contraplano, para que los veamos, a él, al volante, y a ella, mirando el camino, mientras cuida de su beba, Anahí (Nayra Calle Mamani).. 
En otro momento Rubén juega con la niña con su mano derecha, mientras conduce con la izquierda y Jacinta duerme. O en otra escena Jacinta le enseña a Rubén algo de guaraní.
A lo largo del recorrido, chofer y pasajera se van conociendo, aunque muy lentamente, debido a un Rubén reservado. Al principio, ni es capaz de preguntarle a la madre, por su nombre, o el de su hija. Habiendo muy poca conversación entre ellos (pero con un Rubén, cada vez más abierto) y con alguna parada en el camino, Giorgelli maneja un ritmo que hace que la película no se haga eterna, gracias a un sencillo, aunque eficaz montaje, y a la distribución que otorga a los diálogos y las acciones. Así es como consigue que nos interesemos por sus personajes y nos nos durmamos En cuanto al final, sin ser la gran cosa, igualmente logra hacerlo emotivo, cuando arriban a la capital argentina. 
No obstante, y pese a tener cosas positivas, Las Acacias no termina de convencer, porque la simpleza de su lenguaje es demasiada y porque falta explorar más un vínculo entre dos personas, que es tan escaso que no justifica casi una hora y veinti cinco minutos de película. 

Mi puntaje: 4/10